lunes, 16 de noviembre de 2009

Didácticas Especiales

El pensar a la didáctica en general en ocasiones nos cuesta trabajo al no ser profesores de carrera y en todo caso enseñamos las técnicas didácticas de nuestra profesión como las aprendimos de nuestros maestros y al encontrarnos con la posibilidad de una didáctica específica y actualizada a partir de nuevos conceptos en torno a lo educativo, la cosa se complica.
Sin embargo la duda sistemática puede permitirnos crear también a partir de las ideas de otros en torno a este tema.
Las competencias disciplinares, básicas y genéricas bien aplicadas nos permitirán crear nuevas opciones en la didáctica de nuestra especialidad, en todo caso tenemos sustentos teóricos que tendremos que analizar con cautela para poderlos aplicar, adaptar y recrear.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Aprendizaje de Competencias

El Aprendizaje y el desarrollo por competencias.
El texto de Xavier Vargas Beal, muestra una recopilación interesante de las diferentes teorías que permiten trabajar en dos sentidos el concepto fundamental de las competencias; un sentido que profundiza sobre diversos aspectos del aprendizaje enmarcados en la importancia que tienen la participación activa del estudiante, los antecedentes y conocimientos previos que le permiten adherir nuevos conocimientos o reestructurarlos, la puesta en común dentro de un contexto determinado en los que los valores y actitudes se ven involucrados. El otro sentido lleva a una reflexión sobre las competencias cognitivas y las operativas, en donde la labor del docente universitario se ve involucrada desde una perspectiva de búsqueda que implique ambas competencias encuadradas en aspectos más de orden filosófico (Habermas, Morin, Delors). A partir de estos elementos se reconstruyen competencias complejas diferentes a las que supondría preparar, dice el texto, sólo plomeros frente a ingenieros hidráulicos que analizan y reflexionan el mundo con los valores sociales y teorías que conforman su saber.
La pregunta.
¿El aprendizaje es algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?
Definitivamente no, ya que como señala el autor, el aprendizaje es un proceso imbricado en el que a partir de diferentes teorías que lo explican se retoman ideas importantes que profundizan o más bien incluyen lo más importante para explicarlo sobretodo en un contexto de competencias. Las competencias como eje fundamental de la reforma pudieran entenderse en una visión reduccionista como sólo preparar para el trabajo. El autor del texto va más allá y desarrolla a partir de dichas teorías del aprendizaje los elementos que fundamentan a las competencias como un quehacer complejo que se enmarca en la sociedad con todo lo que ello implica respecto a valores, actitudes y saberes no sólo útiles de carácter personal sino social que le permita analizarse y analizar desde su profesión el contexto en el que aplicará sus conocimientos. Es un ser bio-psico-social.

Concepciones del aprendizaje

Concepciones de aprendizaje.
Después de revisar los cuadros con respecto a las diferentes concepciones de aprendizaje y recordar los diferentes textos que hemos leído en donde se han ido perfilando diferentes teorías y prácticas educativas que promueven el desarrollo de un trabajo docente centrado en el alumno y que justifican la implementación del modelo en la EMS, me parece que son varias concepciones que le dan forma y sustento al modelo, de este modo, las teorías que tienen que ver con la reforma son:
El aprendizaje por descubrimiento; en donde se le atribuye una gran importancia a la actividad directo de los estudiantes sobre la realidad.
Aprendizaje significativo; el aprendizaje significativo se da a partir de nuevos conocimientos que se relacionan con saberes previos del que aprende.
Psicología cognitivista; el aprendizaje es un proceso activo, condiciones internas que intervienen en el proceso, al hacerle una pregunta al estudiante se activan fases de recuerdo, generalización o aplicación y ejecución.
Constructivismo; construcción del conocimiento mediante la interacción constante con el medio. Lo que se aprende depende de la propia capacidad, de los conocimientos previos y las interacciones. Se comprende mejor cuando la tarea los envuelve y los temas los cautivan. El esquema: equilibrio, desequilibrio, reequilibrio desarrolla el aprendizaje.
Socio-constructivismo; el aprendizaje es un proceso personal de nuevos conocimientos a partir de otros previos, pero inseparable de la situación en la que se presenta dicho aprendizaje. El aprender es una experiencia social, es un aprender con otros en un contexto determinado en donde el lenguaje es una herramienta mediadora. “El aula debe ser un campo de interacción de ideas, representaciones y valores. Cada alumno reconstruye su conocimiento a partir de sus esquemas y saberes previos que se ponen en común.

viernes, 9 de octubre de 2009

Los saberes de mis estudiantes

Cuauhtémoc, Colima a 9 de octubre del 2009

Los saberes de mis estudiantes.
El trabajo lo realicé con un grupo de 1er. Semestre conformado por 20 alumnos pero que en esta ocasión sólo contestaron y participaron 15 debido a que el resto de los alumnos se encontraban enfermos.
Es importante mencionar que este grupo está conformado por alumnos de distintas especialidades, como son máquinas de combustión interna, análisis clínicos, informática y contabilidad, además de ser el grupo que se formó con los últimos alumnos que se inscribieron incluso ya iniciado el semestre.
a) Los usos del internet se dividió como sigue:
- Buscar información (tareas) 13
- Imágenes, fotos y video 12
- Música 10
- Chatear 13
- Metroflog o myspace 6
- Mail 8
- Juegos 1

b) Cómo harían para que otros aprendieran:
- Creando una cuenta, y buscando imágenes y haciendo comentarios.
- Explicando con y sin computadora.
- Podrían aprender sin el maestro colaborando entre ellos.
- Potenciando sus conocimientos a través de apoyar y recibir apoyo de otros para seguir aprendiendo.
- Sólo 10 alumnos participarían en este ejercicio colaborativo.
c) Los lugares serían:
- La escuela (la mayoría)
- En el ciber 2
- En su casa 2
- En cualquier computadora.
12 alumnos estarían dispuestos a trabajar sin maestro.

jueves, 8 de octubre de 2009

La aventura de ser maestro.


La aventura de ser maestro

José M. Esteve
Universidad de Málaga
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Ponencia presentada en las XXXI Jornadas de Centros Educativos
Universidad de Navarra. 4 de febrero de 2003
Tras veinticinco años de recorrido profesional, el autor afirma que se aprende a ser profesor por ensayo y por error. En el camino deben sortearse distintas dificultades, como elaborar tu propia identidad profesional, dominar las técnicas básicas para ser un buen interlocutor, resolver el problema de la disciplina y adaptar los contenidos al nivel de conocimiento del alumnado.
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La enseñanza es una profesión ambivalente. En ella te puedes aburrir soberanamente, y vivir cada clase con una profunda ansiedad; pero también puedes estar a gusto, rozar cada día el cielo con las manos, y vivir con pasión el descubrimiento que, en cada clase, hacen tus alumnos.
Como casi todo el mundo, yo me inicié en la enseñanza con altas dosis de ansiedad; quizás porque, como he escrito en otra parte, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y
error[fulm1] . Aún me acuerdo de mi primer día de clase: toda mi seguridad superficial se fue abajo al oír una voz femenina a mi espalda: “¡Qué cara de crío. A éste nos lo comemos!”. Aún me acuerdo de mi miedo a que se me acabara la materia que había preparado para cada clase, a que un alumno me hiciera preguntas comprometidas, a perder un folio de mis apuntes y no poder seguir la clase... Aún me acuerdo de la tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer...
Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y lo que no se puede hacer en una clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos. Y con la libertad llegó la alegría: la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de una alta valoración de mi trabajo, la alegría por haber escapado a la rutina convirtiendo cada clase en una aventura y en un reto
intelectual[fulm2] .
Pensar y sentir
El camino y la meta me los marcó Unamuno en una necrológica de Giner de los Ríos, leída por azar en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: “Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor -el que profesa algo-, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aun, conocimiento... y es que no escribía lo ya pensado, sino que pensaba escribiendo como pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”.
”Era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”... Miguel de Unamuno y su preocupación por enlazar pensamiento y
sentimiento[fulm3] ... Nunca encontré una mejor definición del magisterio: dedicar la propia vida a pensar y sentir, y a hacer pensar y sentir; ambas cosas juntas. Muchos colegas coinciden en este punto. Mª Carmen Díez, desde la escuela primaria, expresa así su visión actual de la enseñanza: “ahora entiendo la escuela como un sitio adonde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para decirte al oído algún secreto magnífico”. Fernando Corbalán, un profesor de secundaria, tras hablarnos de que en clase tenemos que divertirnos, buscar el ansia de saber y propiciar una atmósfera de investigación, concluye: “Y no se piense que sólo se abre la mente a los alumnos. También la del profesor se expande y se llena de nuevos matices y perspectivas más amplias, y funciona la relación enriquecedora en los dos sentidos. Mi experiencia, al menos, me dice que algunos de los juegos y problemas con los que he disfrutado, y que sigo utilizando, han tenido su origen en la dinámica de la clase... Y cuando se crea esa atmósfera mágica en clase, con los fluidos intelectuales en movimiento, pocas actividades hay más placenteras”.
Hace tiempo, descubrí que el objetivo es ser maestro de humanidad. Lo único que de verdad importa es ayudarles a comprenderse a sí mismos y a entender el mundo que les rodea. Para ello, no hay otro camino que rescatar, en cada una de nuestras lecciones, el valor humano del conocimiento. Todas las ciencias tienen en su origen a un hombre o una mujer preocupados por desentrañar la estructura de la realidad. Alguien, alguna vez, elaboró los conocimientos del tema que explicas, como respuesta a una preocupación vital. Alguien, sumido en la duda, inquieto por una nueva pregunta, elaboró los conocimientos del tema que mañana te toca explicar. Y ahora, para hacer que tus alumnos aprendan la respuesta, no tienes otro camino más que rescatar la pregunta original. No tiene sentido dar respuestas a quienes no se han planteado la pregunta; por eso, la tarea básica del docente es recuperar las preguntas, las inquietudes, el proceso de búsqueda de los hombres y mujeres que elaboraron los conocimientos que ahora figuran en nuestros libros. La primera tarea es crear inquietud, descubrir el valor de lo que vamos a aprender, recrear el estado de curiosidad en el que se elaboraron las respuestas. Para ello hay que abandonar las profesiones de fe en las respuestas ordenadas de los libros, hay que volver las miradas de nuestros alumnos hacia el mundo que nos rodea y rescatar las preguntas iniciales obligándoles a pensar.
Cada día, antes de explicar un tema, necesito preguntarme qué sentido tiene el que yo me ponga ante un grupo de alumnos para hablar de esos contenidos, qué les voy a aportar, qué espero conseguir. Y luego, cómo enganchar lo que ellos saben, lo que han vivido, lo que les puede preocupar, con los nuevos contenidos que voy a
introducir[fulm4] . Por último me lanzo un reto: me tengo que divertir explicándolo, y esto es imposible si cada año repito la explicación del tema como una salmodia, con la misma gracia en el mismo sitio y los mismos ejemplos; llevo treinta años oyéndome explicar los temas, en algunas ocasiones, repitiéndolos dos o tres veces en distintos grupos; he calculado que me jubilo el año 2.021 y estoy seguro de que moriré de aburrimiento si me oigo año tras año repitiendo lo mismo, con mis papeles cada vez más amarillos y los rebordes carcomidos. La renovación pedagógica, para mí, es una forma de egoísmo: con independencia del deseo de mejorar el aprendizaje de mis alumnos, la necesito como una forma de encontrarme vivo en la enseñanza, como un desafío personal para investigar nuevas formas de comunicación, nuevos caminos para hacer pensar a mis alumnos... “pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir...” Desde esta perspectiva, la enseñanza recupera cada día el sentido de una aventura que te rescata del tedio y del aburrimiento, y entonces encuentras la libertad de expresar en clase algo que te es muy querido. Inmediatamente recibes la respuesta: cien alumnos pican el anzuelo de tu palabra y ya puedes dejar correr el sedal, modulas el ritmo de tu explicación a la frecuencia que ellos emiten con sus gestos y sus preguntas, y la hora se pasa en un suspiro -también para ellos-. Y entonces descubres la alegría: ese momento de magia te recompensa las horas de estudio y te hace sentirte útil en la enseñanza.
No hay mejor regalo de los dioses que encontrar un maestro. A veces tenemos la fortuna de encontrar a alguien cuya palabra nos abre horizontes antes insospechados, nos enfrenta con nosotros mismos rompiendo las barreras de nuestras limitaciones; su discurso rescata pensamientos presentidos que no nos atrevíamos a formular, e inquietudes latentes que estallan con una nueva luz. Y, curiosamente, no nos sentimos humillados por seguir el curso de un pensamiento ajeno; por el contrario, su discurso nos libera y nos ensancha creando en nosotros un juicio paralelo con el que reestructuramos nuestra forma de ver la realidad; y luego, extinguida la palabra, aún encontramos los ecos que rebotan en nuestro interior obligándonos a ir más allá, a pensar por nuestra cuenta, a extraer nuevas conclusiones que no estaban en el discurso original... Este es el objetivo: ser maestros de humanidad... a través de las materias que enseñamos, o quizás, a pesar de las materias que enseñamos; recuperar y transmitir el sentido de la sabiduría; rescatar para nuestros alumnos, de entre la maraña de la ciencia y la cultura, el sentido de lo fundamental permitiéndoles entenderse a sí mismos y explicar el mundo que les
rodea[fulm5] .
Las dificultades
He hablado de mis precarios inicios en la enseñanza, y de mi visión actual tras treinta años de recorrido profesional; pero, para ayudar a otros a recorrer el mismo camino, tengo ahora que hablar del proceso intermedio, e, inevitablemente, de las dificultades a sortear.
Identidad profesional
El primer problema consiste en elaborar tu propia identidad profesional. Esto implica cambiar tu mentalidad, desde la posición del alumno que siempre has sido, hasta descubrir en qué consiste ser profesor. Y aquí aparecen los primeros problemas, porque hay enseñantes que no aceptan el trabajo de ser profesor. Las dificultades suelen ser distintas entre los profesores de primaria respecto a los de secundaria.
Entre los de primaria el peor problema es la idealización: la formación inicial que han recibido suele repetir con insistencia lo que el buen profesor “debe hacer”, lo que “debe pensar” y lo que “debe evitar”; pero nadie les ha explicado, en términos prácticos, cómo actuar, cómo enfocar los problemas de forma positiva y cómo eludir las dificultades más
comunes[fulm6] . Han aprendido contenidos de enseñanza, pero no saben cómo organizar una clase, ni cómo ganarse el derecho a hacerse oír. Así, se les ha repetido hasta la saciedad la importancia de la motivación para el aprendizaje significativo: “el buen profesor debe motivar a sus alumnos”; pero nadie se ha preocupado de que aprendieran de forma práctica diez técnicas específicas de motivación. Pese a que una de las principales tareas a desarrollar en su trabajo será la enseñanza de la lectura y la escritura, muy pocas diplomaturas de maestro incluyen un curso de lectoescritura, mientras que es frecuente que se dediquen cursos enteros al aprendizaje de la fonética.
Por estos caminos, al llegar al trabajo práctico en la enseñanza, el profesor novato se encuentra con que tiene claro el modelo de profesor ideal, pero no sabe cómo hacerlo realidad. Tiene claro lo que debería hacer en clase, pero no sabe cómo hacerlo. “El choque con la realidad” dura dos o tres años; en ellos el profesor novato tiene que solucionar los problemas prácticos que implica entrar en una clase, cerrar la puerta y quedarse a solas con un grupo de alumnos.
En este aprendizaje por ensayo y error, uno de los peores caminos es el de querer responder al retrato robot del “profesor ideal”; quienes lo intentan descubren la ansiedad de comparar, cada día, las limitaciones de una persona de carne y hueso con el fantasma etéreo de un estereotipo ideal. Desde esta perspectiva, si las cosas salen mal es por que yo no valgo, por que yo no soy capaz de dominar la clase; y, de esta forma, los profesores novatos se ponen a sí mismos en cuestión, y, a veces, cortan los canales de comunicación con los compañeros que podrían ayudarles: ¿cómo reconocer ante otros que yo tengo problemas en la enseñanza, si el “buen profesor” no “debe” tener problemas en clase? Como señala el artículo de Fernández Cruz, la identidad profesional se alcanza tras consolidar un repertorio pedagógico y tras un periodo de especialización, en el que el profesor novato tiene que volver a estudiar temas y estrategias de clase, ahora desde el punto de vista del profesor práctico y no del estudiante de magisterio.
Entre los profesores de secundaria, el problema de la identidad profesional es mucho más
grave[fulm7] . Como señala Fernando Corbalán: “la inmensa mayoría de los profesores de secundaria nunca tuvimos una vocación clara de enseñantes... Estudiamos una carrera para otra cosa (matemático profesional, químico, físico,...)”. En efecto, nuestros profesores de secundaria se forman en unas Facultades universitarias de Ciencias y Letras que, ni por asomo, pretenden formar profesores. En ellas predomina el modelo del investigador especialista. Como resultado de este modelo, el profesor que llega al Instituto para explicar Geografía e Historia, y, con un poco de mala suerte un curso suelto de Ética, se identifica a sí mismo como “medievalista”, ya que, durante los últimos cinco años de su vida, la Universidad le ha insistido en la necesidad de estudiar Paleografía, Epigrafía y Numismática, Latín y Árabe para acceder a los documentos medievales, y se le ha iniciado en el trabajo de Archivo, centrándole en una época histórica muy determinada y permitiéndole olvidar el resto de la historia. Al parecer, nadie se ha puesto a pensar en el problema de identidad que sobreviene a nuestro medievalista cuando se enfrenta a una clase bulliciosa de treinta adolescentes en una zona rural o en un bario conflictivo. El sentimiento de error y de autoconmiseración se apodera de nuestro nuevo profesor. El es un investigador, un medievalista, ha pasado dos veranos en el archivo de Simancas preparando su Tesina entre documentos originales que él es capaz de descifrar... ¿por qué le obligan ahora a enseñar Historia General, que no es lo suyo, y, de paso Geografía y Ética? Y, además, descubre horrorizado que los alumnos no tienen el menor interés por la Historia, y que temas claves de su especialidad -como el apasionante tema de su tesina- se despachan con dos párrafos en el libro de texto.
Para colmo, nuestro futuro profesor de secundaria se da cuenta de que no sabe cómo organizar una clase, cómo lograr un mínimo orden que permita el trabajo y cómo ganarse la atención de los alumnos. Aquí, el problema de perfilar una identidad profesional estable pasa por un auténtico proceso de reconversión, en el que el elemento central consiste en comprender que la esencia del trabajo del profesor es estar al servicio del aprendizaje de los alumnos. ¡Qué duro resulta comprender esto a la mayor parte de nuestros profesores de secundaria y de Universidad! Ellos son investigadores, especialistas, químicos inorgánicos o físicos nucleares, medievalistas o arqueólogos, ¿por qué van ellos a rebajar sus niveles de conocimientos a la mentalidad de treinta adolescentes bárbaros? ¡Hay que mantener el nivel! -gritan exaltados-, y ello significa, en la práctica, que dan clase para dos o tres privilegiados, mientras el resto de los alumnos van quedando descolgados. Y además, hasta el fin de sus días, vivirán la enseñanza rumiando la afrenta de que la sociedad les obligue a abandonar el Olimpo de su investigación para mantener contacto un grupo de adolescentes.
Por contra, algunos profesores consiguen estar a gusto en su trabajo, y descubren que esto pasa, necesariamente, por una actitud de servicio hacia los alumnos, por el reconocimiento de la ignorancia como el estado inicial previsible, por aceptar que la primera tarea es encender el deseo de saber, por aceptar que el trabajo consiste en reconvertir lo que sabes para hacerlo accesible a un grupo de adolescentes... Un viejo maestro me decía que, enseñar al que no sabe está catalogado, oficialmente, entre las obras de misericordia; y, en efecto, hace falta un cierto sentido de la humildad para aceptar que tu trabajo consiste en estar a su servicio, en responder a sus preguntas sin humillarlos, en esperar algunas horas en tu despacho por si alguno quiere una explicación extra, en buscar materiales que les hagan asequible lo esencial, y en recuperar lagunas de años anteriores para permitirles acceder a los nuevos conocimientos. Lo único verdaderamente importante son los alumnos... Esa enorme empresa que es la enseñanza no tiene como fin nuestro lucimiento personal, nosotros estamos allí para transmitir la ciencia y la cultura a las nuevas generaciones, para transmitir los valores y las certezas que la humanidad ha ido recopilando con el paso del tiempo, y advertir a las nuevas generaciones del alcance de nuestros grandes fracasos colectivos. Esa es la tarea con la que hemos de llegar a identificarnos.
Comunicación e interacción
El segundo problema a solucionar para ganarse la libertad de estar a gusto en clase hace referencia a nuestro papel de interlocutor. Un profesor es un comunicador, es un intermediario entre la ciencia y los alumnos, que necesita dominar las técnicas básicas de la
comunicación[fulm8] . Además, en la mayor parte de los casos, las situaciones de enseñanza se desarrollan en un ámbito grupal, exigiendo de los profesores un dominio de las técnicas de comunicación grupal. Por tanto, ese proceso de aprendizaje inicial, que ahora se hace por ensayo y error, implica entender que una clase funciona como un sistema de comunicación e interacción.
Una buena parte de las ansiedades y los problemas de los profesores debutantes se centran en este ámbito formal de lo que se puede y lo que no se puede decir o hacer en una clase. El profesor novato descubre enseguida que, además de los contenidos de enseñanza, necesita encontrar unas formas adecuadas de expresión, en las que los silencios son tan importantes como las palabras, en las que el uso de una expresión castiza puede ser simpático o hundirnos en el más espantoso de los
ridículos[fulm9] . El problema no consiste sólo en presentar correctamente nuestros contenidos, sino también en saber escuchar, en saber preguntar y en distinguir claramente el momento en que debemos abandonar la escena. Para ello hay que dominar los códigos y los canales de comunicación, verbales, gestuales y audiovisuales; hay que saber distinguir los distintos climas que crean en el grupo de clase los distintos tonos de voz que el profesor puede usar: un tono grave y pausado induce al grupo a la reflexión, mientras que si queremos animar un debate debemos subir algo el tono de voz... etc.
Los profesores experimentados saben qué lugar físico deben ocupar en una clase, dependiendo de lo que ocurra en ella; saben interpretar las señales gestuales que emiten los alumnos para regular nuestro ritmo de clase, y el dominio de éstas y otras habilidades de comunicación requiere entrenamiento, reflexión y una constante actitud de autocrítica para depurar nuestro propio estilo docente. Al final, conseguimos ser dueños de nuestra forma de estar en clase, conseguimos comunicar lo que exactamente queremos decir, y logramos mantener una corriente de empatía con nuestros alumnos.
Disciplina
Otro obstáculo serio a superar, quizás el que genera en los novatos la mayor ansiedad, es el problema de la disciplina. En realidad, es un problema muy unido a nuestros sentimientos de seguridad y a nuestra propia identidad como profesores. En este tema he visto de todo: desde colegas que entran el primer día en clase pisando fuerte, con aires de matón de barrio, porque alguien les ha dado el viejo consejo de que no pueden sonreír hasta Navidad, hasta colegas desprotegidos e indefensos incapaces de soportar el más mínimo conflicto personal. Entre esos dos extremos que van desde la indefensión hasta las respuestas agresivas, el profesor tiene que encontrar una forma de organizar a la clase para que trabaje con un orden productivo. Y, en cuanto comienza a hacerlo, descubre que esto tampoco se lo han enseñado. Se supone que el “buen profesor” debe saber organizar la clase, pero en pocas ocasiones se le ha contado al futuro profesor dónde está la clave para que el grupo funcione sin conflictos.
El viejo supuesto, según el cual, “para enseñar una asignatura lo único realmente importante es dominar su contenido” encuentra en este campo su negación más radical. Entonces, el profesor descubre que debe atender otras tareas distintas a las de enseñar: tiene que definir funciones, delimitar responsabilidades, discutir y negociar los sistemas de trabajo y de evaluación hasta conseguir que el grupo trabaje como tal. Y esto requiere una atención especial, a la que también hay que dedicar un cierto tiempo. El razonamiento y el diálogo son las mejores armas, junto con el convencimiento de que los alumnos no son enemigos de quienes tienes que defenderte. Mi experiencia me dice que los alumnos son seres esencialmente razonables; es posible que, si te dejas, intenten llevarte al huerto y bajar algo tus niveles de exigencia, pero si la razón te asiste y en ella fundas tu propia seguridad, los alumnos saben descubrir muy bien cuáles son los
límites[fulm10] .
Contenidos y niveles
Por último, nos queda el problema de adaptar los contenidos de enseñanza al nivel de conocimientos de los alumnos. El profesor novato tiene que entender que ha dejado la Universidad, tiene que desprenderse de los estilos académicos del investigador especialista, y adecuar su enfoque de los conocimientos para hacerlos asequibles a su grupo de
clase[fulm11] . Yo también protesto por el bajo nivel con el que me llegan mis alumnos, pero protestar no sirve de nada, tienes los alumnos que tienes, y con ellos no hay más que una alternativa: o los enganchas en el deseo de saber, o los vas dejando tirados conforme avanzas en tus explicaciones. Hay quien, en salvaguarda del nivel de enseñanza, adopta la segunda opción; pero a mí siempre me ha parecido el reconocimiento implícito de un fracaso; quizás porque, como dije antes, hace tiempo que descubrí que en cualquier asignatura, lo único importante es ser maestro de humanidad.
El orgullo de ser profesor
Y ahora, ya, el tiempo corre en mi contra. No espero nada nuevo del futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar. Es posible que mucha gente piense que ser profesor no es algo socialmente relevante, pues nuestra sociedad sólo valora el poder y el dinero; pero a mí me queda el desafío del saber y la pasión por comunicarlo. Me siento heredero de treinta siglos de cultura, y responsable de que mis alumnos asimilen nuestros mejores logros y extraigan consecuencias de nuestros peores fracasos. Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso... entre ellos hay valiosos maestros de humanidad: hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde el preescolar hasta la Universidad.
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MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Escritor, filósofo, humanista. Rector de la Universidad de Salamanca. Autor de una extensa obra literaria en la que destacan sus ensayos, en los que analiza la realidad social con una visión crítica y con una fuerte implicación personal. Se le considera uno de los mejores representantes de la Generación del 98. Su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera le llevó al destierro.
FRANCISCO GINER DE LOS RIOS (1839-1915)
Catedrático de derecho de la Universidad de Madrid. En 1876 renuncia a su puesto en defensa de la libertad de cátedra y funda la Institución Libre de Enseñanza, la institución educativa más innovadora en la España de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Su Residencia de Estudiantes es el centro clave de reunión y de formación de los mejores intelectuales y artistas españoles del siglo XX.

[fulm1]Creo que uno de los objetivos importantes de la Especialidad justamente consistirá en dejar estos elementos de ensayo y error e ir por caminos precisos.

[fulm2]Libertad y alegría forman parte de la seguridad que podemos lograr al llevar a cabo nuestro trabajo de una manera organizada y precisa a través de herramientas que permitan la retroalimentación.

[fulm3]Aquí empieza el autor a mencionar la importancia de no sólo estudiar contenidos sino también lo que podriamos llamar actitudes y valores de los involucrados, maestros y alumnos.

[fulm4]Esto se me hace muy interesante ya que si bien la tendencia educativa en el nivel bachillerato es partir de temas integradores que permitan el trabajo inter y intradisciplanario, es al mismo tiempo el reto mas importante que parte del hecho de dejar visiones parciales y particulares para integrarnos en temas y contenidos ampliados en donde incluso podemos encontrarnos con información que no manejemos.

[fulm5]No sólo contenidos sino valores y actitudes que permitan crecer a los alumnos de una manera sana y consciente de este mundo.

[fulm6]Aquí particularmente no estoy de acuerdo, ya que al menos los maestros de primaria y secundaria en México son Profesores muy bien preparados para la enseñanza, poseen las técnicas y dinámicas adecuadas para trabajar en la docencia. He tenido la oportunidad de ver y reconocer el manejo grupal ya que su práctica es casi desde el inicio de sus estudios.

[fulm7]Ver comentario anterior.

[fulm8]Totalmente de acuerdo, se puede ser un excelente profesionista y manejar los últimos conocimientos del área correspondiente, pero ser mal comunicador y por lo tanto mal maestro.

[fulm9]Totalmente de acuerdo, también esto tiene que ver con ese sentido de libertad y alegría, hacer todo lo posible para que los alumnos se interesen mas allá de repetir contenidos y satisfacer al maestro repitiendo lo que el quiere dando como recompensa una calificación aprobatoria.

[fulm10]Es entrar en una continua pero reconfortante dialéctica de la negociación, dar y recibir a través de ceder con responsabilidades de ambas partes.

[fulm11]Aquel maestro que no quiere bajar y reconocer la realidad de los alumnos y de el mismo, seguirá negándose la posibilidad de crecimiento humano, reitero, puede ser la eminencia en su área pero en cuanto a la posibilidad de involucrar alumnos que amen la ciencia como el lo hace, mas bien los aleja.

Mi confrontación con la docencia

Mi confrontación con la Docencia (Flavio).
Soy Licenciado en Pedagogía de la UNAM, por lo que mi profesión de origen tiene que ver con la Educación la cual me ha interesado desde que salí del bachillerato, por eso estudié Pedagogía.
El perfil del egresado de la licenciatura en pedagogía no contempla el ser maestro, si no más bien trabajar en el aspecto de la planeación y desarrollo de ambientes escolares, tiene que ver mas con aspectos teóricos con la curricula, incluso la Maestría en Pedagogía que también curse en la UNAM, continúa con esa formación, motivo por el cual considero que la preparación como maestro o facilitador como sería mejor llamarse ahora en relación a la función o funciones que se pretenden llevar a cabo en la práctica educativa de guiar a los alumnos en su aprendizaje a través de la investigación compartida que incluye valores y actitudes.
Pero el haber estudiado una especialidad en computadoras en la Educación fue la que realmente hizo que yo entrara al educación media superior, no tanto la pedagogía, y en su momento a quienes me contrataron por primera vez les llamó la atención mi formación de pedagogo y de informática (computación en aquel momento), tenian dos por uno, atendía yo materias del área propedéutica y también de informática con un corte educativo, y encargado del laboratorio de computación.
Desde ese entonces (1990 en escuelas particulares y 1994 para la Dgeti y el IPN), he trabajado más en el área de informática, por lo que cuando existe la posibilidad de participar en cursos de este tipo me interesa llevarlos a cabo partiendo de cero, ya que prefiero considerarme como profesionista, lo cual soy, mas que como maestro en donde la práctica me ha demostrado la dificultad y complejidad que esta labor implica.
Cuando comparo el trabajo que realizé en gabinete como pedagogo en los departamentos de investigación y planeación, con la labor como maestro frente a grupo, me doy cuenta de lo fácil que es llevar a cabo la idealización del proceso educativo, pero la práctica está llena de variables que modifican dicha idealización y que aún ideas que al principio parecen grandiosas son sobrepasadas por la realidad.
Ser maestro de bachillerato, al igual que en otros niveles, es un reto constante, recuerdo como algunas personas cercanas y también a nivel nacional por ejemplo Pedro Ferriz de Cohn, critica la profesión diciendo que tenemos muchas vacaciones, a quien he podido le he respondido que ellos tratan casi siempre con la misma gente o mismo tipo de personalidades que su profesión les proporciona, motivo por el cual su reacción puede ser la misma, ya saben que hacer exactamente, a un doctor, un arquitecto, ingeniero que sólo son profesionistas en su área se les busca para resolver un asunto muy específico, pero cuando además se es maestro los alumnos no sólo llegan a tratar asuntos escolares, sino incluso familiares, personales, económicos, etc. He ahí el gran reto de ser maesto en educación media superior.
Por qué tantas vaciones dice Ferriz de Cohn, y otra gente decía, cercana a mi, bueno porque nos cansamos, tratamos con muchas personalidades semestre a semestre, dia a dia, el cansancio físico y emocional es desgastante y en mi caso la visita al terapeuta es una actividad que debería también exigírsenos por salud emocional y bien de nuestros alumnos.
Con todo y eso mi satisfacción es indirectamente proporcional a mi frustración, estas son mas mis frustraciones cuando los alumnos no lo logran y hasta llegan a ser groseros con los maestros exigentes, ya que incluso lo llegan a tomar personal, que no se les quiere, que no los entiendo, etc. pero todo eso se olvida cuando me encuentro con alumnos que o bien ya trabajan o bien siguen estudiando o también ya terminaron una carrera y recuerdan de buena manera mis exigencias que les proveyó de herramientas para continuar.
Bueno hasta ahí, yo creo que con eso ya estuvieron una parte de las reflexiones, y apenas estamos empezando.